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Alfredo Cob Jiménez "Un Gran Juez"

El 3 de mayo de 1979 el Lic. Alfredo Cob Jiménez se convirtió en el primer ciudadano de origen chino en ser nombrado magistrado de la Corte Suprema de Justicia. El presidente de la Corte Suprema de Justicia, Orlando Aguirre Gómez calificó a su coterráneo puntarenense, como un gran juez civil.


Nota redactada por Eduardo Amador y diseñada por Jeffrey Araya Rojas para Comunidad China de Costa Rica


Agradecimiento: Agradecemos a los hijos de don Alfredo, Alejandro y Ana Cob Sánchez, a su hermano, Álvaro Cob (qdDg) a sus sobrinas, Lilliana y María de los Ángeles Cob, a su sobrino, Pablo Cob, al magistrado presidente de la Corte Suprema de Justicia, Orlando Aguirre Gómez por su invaluable ayuda para que esta publicación se convirtiera en una realidad. A todos, muchas gracias.


Un ser humano excepcional


Alfredo Cob Jiménez: Primer Magistrado costarricense de origen chino
Alfredo Cob Jiménez: Primer Magistrado costarricense de origen chino

Comunidad China de Costa Rica tiene el honor de presentar rasgos interesantes e importantes de la vida de quien fue el primer ciudadano de origen chino en convertirse en magistrado de la Corte Suprema de Justicia: Alfredo Cob Jiménez.


En vida, don Alfredo honró a su familia, a la comunidad donde nació, Miramar de Puntarenas, a su etnia, al gremio de los abogados así como también al Poder Judicial donde trabajó por más de cinco décadas. De espíritu caritativo y bondadoso, la vida de don Alfredo estuvo marcada por su profunda formación cristiana.


Don Alfredo llegó a ocupar el puesto de magistrado que desempeñó con conocimiento y aplicando la ley con justicia. Tan fue así, que el actual presidente de la Corte Suprema de Justicia, su coterráneo, Orlando Aguirre Gómez lo calificó como una gran juez civil.


En las siguientes páginas, usted, amigo lector podrá conocer más de esta ilustre figura de la judicatura costarricense.

Don Alfredo Cob, (segundo de izquierda a derecha) junto con sus compañeros magistrados.El último de izquierda a derecha es Edgar Cervantes quien fungiera como presidente de ese poder de la república.
Don Alfredo Cob, (segundo de izquierda a derecha) junto con sus compañeros magistrados.El último de izquierda a derecha es Edgar Cervantes quien fungiera como presidente de ese poder de la república.

El 3 de mayo de 1979, la Asamblea Legislativa costarricense honró, por primera vez en la historia, a un ciudadano de origen chino con el nombramiento de magistrado del más alto tribunal de la República: la Corte Suprema de Justicia.


Pocas semanas después, el 16 de mayo y bajo la presidencia del Lic. Fernando Coto Albán, don José Alfredo del Socorro Cob Jiménez, asumió el cargo para el que fue seleccionado y que desempeñó durante siete años y siete meses ya que se jubiló el 16 de diciembre de 1986, cuando contaba con 58 años.


Hoy, a más de 10 años después de su desaparición física ocurrida el 9 de octubre del 2013, quien fue su amigo y coterráneo, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Lic. Orlando Aguirre Gómez, no duda en calificarlo como “un gran juez”, cuyas sentencias eran directas, concretas, donde nada faltaba y menos sobraba algo.


Además, fue un hombre profundamente bueno, estudioso, religioso, culto, probo, austero, viajero por el mundo, conocedor de primera mano de la historia de su país natal.


Don Alfredo, nació en Miramar, el 17 de febrero de 1928, fue el penúltimo de nueve hijos del matrimonio de don José Cob Chan y doña Teófila Jiménez Ramírez. Sus hermanos fueron: Jorge, Lilly, Gullermo, María Isabel, Rogelio, Rafael María, Alfredo, Teresa, Elena, Álvaro y Alba. Teresa es la única sobeviviente y vive en Miramar.

La numerosa familia de don José Cob que habitó en Miramar.
La numerosa familia de don José Cob que habitó en Miramar.
Los hermanos (as) Cob Jiménez. Guillermo, Alfredo, Jorge, Álvaro y Rafael. Al frente en el mismo orden: Lilly, Mary, Teresa y Nena
Los hermanos (as) Cob Jiménez. Guillermo, Alfredo, Jorge, Álvaro y Rafael. Al frente en el mismo orden: Lilly, Mary, Teresa y Nena

Don José, el padre de don Alfredo fue un inmigrante chino que llegó a nuestro país en 1911. Vino desde Zhongsham, provincia de Guangdong (Cantón), que antes del siglo XX era un condado conocido como Heung-san ‘montaña fragante’ en referencia a las muchas flores que crecían en las montañas cercanas.


La ciudad fue rebautizada en honor de su hijo preferido, Sun Yat.sen. Está ubicada en las márgenes del río Perla. Concretamente, don José nació en Shek Kei, lugar que tenía acceso a barcos así como también tenía mucho contacto con extranjeros. Esta situación geográfica incentivó a muchos de sus hijos a salir al extranjero, ya como migrantes, o bien, para estudiar haciéndolo por medio de barcos.


A finales del siglo XIX y principios del XX, la situación de aquel enorme país asiático era compleja, por lo que miles de personas decidieron correr la aventura de atravesar el océano Pacífico y llegar a América y otras partes del mundo en procura de mejores oportunidades.


Así lo hizo también don José, quien tras una larga travesía de casi 16 mil kilómetros y de muchas semanas sobre el enorme Océano Pacífico, llegó a Puntarenas y se radicó en Esparza, donde vivía su hermano, Abdón, quien se dedicaba a mantener una panadería de su propiedad.


La decisión de venirse a América y más concretamente a Costa Rica, no fue fácil, pues fruto de su primer matrimonio, que se vio cortado por la muerte prematura de su joven esposa, tuvo una hija, la que dejó al cuido de sus suegros.


Años después, “Josecito” como lo llamaban, regresó a Cantón, su tierra natal, donde tuvo la oportunidad del reencuentro con su retoño que se llamó Fon Fei.


Don José fue un hombre culto, lector asiduo, le gustaba estar enterado de lo que pasaba en el mundo; recibía constantemente periódicos chinos y literalmente los consumía. Además, tenía afinidad hacia el comercio.

En 1941, don José y doña Teófila celebraron sus bodas de plata con una misa solemne en el templo parroquial de Miramar. Lo hicieron al calor de sus 11 hijos, familiares y amistades
En 1941, don José y doña Teófila celebraron sus bodas de plata con una misa solemne en el templo parroquial de Miramar. Lo hicieron al calor de sus 11 hijos, familiares y amistades

Doña Teófila Jiménez Ramírez, la madre de don Alfredo, fue una costarricense originaria de Miramar de Puntarenas, nacida el 27 de marzo de1897 y fallecida a los 87 años el 4 de abril de 1984. Junto con amigas y familiares gustaba de dar paseos por Esparza; fue así como conoció a José, con quien, tiempo después se casó para formar la familia Cob Jiménez, cuya descendencia se encuentra distribuida por varias regiones del país, especialmente en San José y Miramar.


La familia de doña Teófila estuvo integrada por ocho hermanas y hermanos: Zoyla, Juana, Betzabé, Hortensia y Adolia quien murió siendo niña. Los varones fueron Leonte y Argemiro.


Don José y doña Teófila vivieron en Miramar, pueblo que tenía un desarrollo económico significativo debido la explotación minera. Miramar se convirtió en un centro de población importante, con un cuadrante de 34 hectáreas con amplias calles de 16 metros de ancho y a donde llegaba gente de muchos lugares del país, ávida de aventuras y por encontrar oro.


Por eso, don José y doña Teófila decidieron vivir en ese pueblo, el natal de doña Teófila e instalar dos comisariatos: uno, cercano a la zona de la mina Bellavista y otro, en el centro del pueblo.


Esa importante decisión fue fundamental para que don José y doña Teófila tuvieran una cómoda situación económica que les permitió crear adecuadamente a su familia.


Don José se involucró prontamente como dirigente comunal y es así como aparece, el 31 de mayo de 1914 como miembro de un comité que demandaba el cantonato de Montes de Oro, lo que se logró el 17 de julio de 1915 por decisión del Congreso Constitucional.


Don Alfredo


El protagonista de esta historia es don Alfredo Cob Jiménez quien nació, según consta en el Registro Civil, en el año bisiesto de 1928, en el centro de Montes de Oro, cantón número 4 de la provincia de Puntarenas, cuya cabecera es Miramar.

Tiempos de estudiante y primeros pasos laborales profesionales de don Alfredo.
Tiempos de estudiante y primeros pasos laborales profesionales de don Alfredo.

Tal y como se acostumbraba por aquellos años, don José y doña Teófila tuvieron una numerosa cantidad de hijos de los que solo queda viva Teresa, quien reside en Miramar, en la misma casa que por muchos años, los de su niñez y parte de la juventud, residió don Alfredo.


Esa casa, que fue levantada por Josecito, originalmente, tuvo un costo de 400 colones de la época. Cuando se estaban terminando los trabajos, los contratistas de la obra, unos vecinos de San Isidro de Miramar, le hicieron ver a don José que el dinero no les estaba alcanzando. Sin pensarlo dos veces les ofreció 100 colones más, lo que fue aceptado por los obreros con regocijo y con ellos terminaron la obra.


Esa residencia, una verdadera reliquia histórica, está ahí, imperturbable, viendo el pasar de los tiempos y de las generaciones de los Cob y en sus paredes se guardan algunos de sus más significativos recuerdos fotográficos familiares y particulares de don Alfredo y del resto de la familia. El amplio inmueble ocupa una parte importante de una gran propiedad donde años después, don Alfredo también construyó su casa de descanso.


Además, una gran cantidad de árboles de aguacate y de mango sembrados en toda la propiedad, proporcionan una exquisita sombra que posiblemente motivaron a don Alfredo, en sus tiempos de descanso, reflexionar sobre su trabajo judicial pero también para sus lecturas obligatorias, tocar la guitarra, cantar tangos o bien para sus meditaciones cristianas.

Frente de la antigua casa, aún en pie, donde creció la familia Cob en Miramar, Puntarenas.
Frente de la antigua casa, aún en pie, donde creció la familia Cob en Miramar, Puntarenas.

Y, posiblemente, lo más importante, sostener reuniones familiares, algo que siempre fue muy significativo en su vida.


Don Alfredo tuvo otra propiedad en Bellavista de Miramar la que también aprovechaba para descansar. Ahí, recuerda su sobrina Lilliana, tenía algún sembradío y varias cabezas de ganado. Esa finquita la tenía más por hobby y por amor a la naturaleza que por cualquier otra cosa.


Quienes conocieron a don Alfredo consideran que fue un hombre profundamente bueno, estudioso, religioso, culto, probo, austero, conocedor de primera mano de la historia de su país natal.


Su sobrino, Pablo Cob afirmó que fue un hombre correcto, buen hijo, padre, hermano, tío. Además, fue muy querido por la comunidad china. De hecho, junto a su hermana Lilly fue miembro de la Asociación China de Costa Rica.


Don Alfredo también fue una persona caritativa. Muchas personas solicitaban su ayuda y el gustoso la otorgaba. Esta es una muestra de ese gran corazón que tenía.


La notita dice lo siguiente: Estimado don Alfredito. Le agradezco que me haga un gran favor y es lo siguientes es de prestarme 150.00 y le pongo la novilla a responder es que estoy en un gran apuro. Quedando agradecida, Flora R. de Blanco.


Don Alfredo Cob, fue, como lo califica el presidente actual de la Corte Suprema de Justicia, su amigo, Orlando Aguirre, “un gran juez civil”.


Pero además, fue un amante de la música, le fascinaba el tango, así como también los deportes y fue un peregrino que conoció, en sus últimos años de vida, la tierra de sus ancestros -China- pero también, India, Rusia, Israel, Estados Unidos y otra gran cantidad de países.


Nunca tuvo temor de viajar y siempre lo hizo ligero de equipaje, es decir casi solo con una mochila como lo reconoció su hijo menor, Alejandro.


Sus primeros años de vida


El Miramar de los años 30 y 40 del siglo pasado fue el lugar donde creció y desarrolló este futuro magistrado del Poder Judicial. El vecindario lo vio crecer junto con sus hermanos así como también dar sus primeros pasos en el sistema educativo.


Las bien trazadas pero, en aquel tiempo empedradas y polvorientas calles de Miramar, vieron desarrollarse a aquel niño y joven quien siempre mostró condiciones para ser buen estudiante y a quien además, le gustaba el futbol, deporte preferido de los costarricenses.


Sus estudios de primaria los realizó en lo que originalmente se denominó escuela Mixta de Miramar, hoy, la José María Zeledón. Ahí compartió con una gran cantidad de niños y niñas que, ansiosos y ansiosas buscaban una formación integral y evadir el analfabetismo y la ignorancia muy dada en aquellos años.


Hay que recordar que no fue sino hasta el año 1971 en que en Miramar se estableció un colegio; por esa razón, a principios de los años 40, Alfredo tuvo que separarse de su familia y de su tierra natal para trasladarse a San José donde continuó sus estudios en el Colegio Los Ángeles donde hizo la primera parte de su secundaria, la que concluyó en el Liceo Costa Rica.


Don Alfredo concluyó los estudios secundarios en el Liceo Costa Rica.
Don Alfredo concluyó los estudios secundarios en el Liceo Costa Rica.

En la historia del país, los años 40 del siglo pasado fueron complejos. Una gran efervescencia política, económica y social reinaba el país y muy joven, don Alfredo vivió con intensidad todos aquellos acontecimientos que culminaron con la revolución del 48.


Esas vivencias de los años 40 formaban parte del repertorio de las conversaciones que don Alfredo tenía con su familia. Él era como una biblioteca al alcance de todos, recordó su sobrina Lilliana.


En San José, el futuro abogado rápidamente asimiló el cambio de vida, compartió con

profesores y jóvenes de diversas procedencias lo que enriqueció su cultura y su visión del mundo.


Se graduó con honores de secundaria y posteriormente ingresó a la carrera de Derecho de la Universidad de Costa Rica, que se impartía en el edificio ubicado en barrio González Lahmann, donde hoy se ubica la Corte Suprema de Justicia. En esta casa de estudios superiores, tuvo la oportunidad de cultivarse con los amplios conocimientos de maestros del Derecho costarricense. Alcanzó el título de abogado y notario en 1956 con la presentación de la tesis “El problema de la reincidencia”.

Antigua instalación de la Facultad de Derecho de la UCR. Ese lugar es ocupado hoy por la Corte Suprema de Justicia.
Antigua instalación de la Facultad de Derecho de la UCR. Ese lugar es ocupado hoy por la Corte Suprema de Justicia.

Los lectores de su trabajo de tesis profesional fueron los connotados juristas costarricenses Guillermo Padilla Castro y Gonzalo Ortiz Martin. Un ejemplar de ese documento se encuentra en la Biblioteca Carlos Monge Alfaro de la Universidad de Costa Rica bajo la referencia TFG 276.


Durante sus años universitarios, don Alfredo combinó sus estudios con el trabajo en Archivos Nacionales y como operador de cabina de la emisora cristiana Faro del Caribe ubicada en San Francisco de Dos Ríos, lugar donde residió permanentemente. La experiencia radiofónica hizo profundizar su creencia y fe religiosa cristiana.


Portada de la tesis profesional presentada por don Alfredo en 1956
Portada de la tesis profesional presentada por don Alfredo en 1956

El 30 de marzo de 1957, a sus 29 años, don Alfredo contrajo matrimonio con doña Alba Sánchez Oviedo, mujer que había quedado viuda tras la muerte accidental de quien fue su primer esposo.


Lo interesante de esta parte de la vida de don Alfredo es que doña Alba tenía cinco hijos producto de su primer matrimonio. Fiel a su espíritu cristiano y solidario e imbuido de un profundo amor, le propuso matrimonio a doña Alba quien aceptó. Fue así como se hizo cargo de la crianza de Ana, Enrique Arturo, Thelma, Giselle y Jorge quien pereció prematuramente. Ellos, en señal de agradecimiento aceptaron llevar, con orgullo y con amor, el apellido Cob. El matrimonio procreó dos hijos, Roberto y Alejandro.


Muy joven, don Alfredo laboró en la emisora evangélica Faro del Caribe.
Muy joven, don Alfredo laboró en la emisora evangélica Faro del Caribe.
Don Alfredo estuvo casado con doña Alba Sanchéz por 57 años
Don Alfredo estuvo casado con doña Alba Sanchéz por 57 años

Ana, la mayor de las hijas recordó que ella y Enrique Arturo, Thelma, Guiselle y Jorge, don Alfredo fue un verdadero padre y que incluso para Guiselle y Jorge fue el único papá que conocieron.


“Nosotros recibimos todo el amor y el cariño de su parte” destacó Ana quien resaltó que y resaltó que solo el hecho de casarse con una viuda con cinco hijos habla mucho de su amor, su carácter y su forma intachable de ser. Nos amó sin ninguna diferencia, igual que a sus hijos biológicos. Nosotros le decíamos ́pa ́ porque en verdad, fue nuestro papá”, comentó emocionada su hija Ana.

Don Alfredo y doña Alba con sus hijos:Al frente, Ana y doña Alba Sánchez, Alejandro y Alfredo. Atrás: Thelma, Enrique Arturo, Guiselle y Roberto. En la fotografía no aparece Jorge, quien pereció muy joven, en un accidente aéreo.
Don Alfredo y doña Alba con sus hijos:Al frente, Ana y doña Alba Sánchez, Alejandro y Alfredo. Atrás: Thelma, Enrique Arturo, Guiselle y Roberto. En la fotografía no aparece Jorge, quien pereció muy joven, en un accidente aéreo.

Carrera Judicial


El 1o de diciembre de 1957, a sus 29 años de edad, don Alfredo inició su carrera judicial con el nombramiento de alcalde de Goicoechea. El destino lo llevó, poco tiempo después, a su natal y querida provincia de Puntarenas, más concretamente al cantón central, donde fue nombrado, mediante una permuta como juez. Esto ocurrió el 15 de mayo de 1959 cuando lo designaron juez civil de Puntarenas.


En esa época, el juzgado estaba ubicado cerca de lo que se conocía como el hotel o motel Orlando, de un señor que se llamó Orlando Tapia, muy cerca de la iglesia católica de Puntarenas.


Luego, la sede judicial pasó a un edificio que estaba en el estero, con un puente en las cercanías de la entrada de la iglesia católica de Puntarenas. Esa casa fue propiedad de la familia de don Mario Echandi, quien ocupó la Presidencia de la República en el periodo 1958-1962.


Por razones de su cargo, don Alfredo tuvo contacto con muchos porteños que buscaban cómo resolver parte de sus problemas por la vía judicial. En sus ratos libres salía a caminar por las calles de la ciudad y eran los momentos que aprovechaba para conversar con mucha gente.


Era una persona muy agradable y además, según recuerda quien fuera su amigo, don Mario Ching Fong, un gran orador. Aunque pausado y tranquilo, levantaba tribuna en cualquier lugar y era escuchado con atención por lo que decía.


Durante los 10 años que fungió como juez en Puntarenas, don Alfredo nunca se desapegó de su familia. Todos los fines semana viajaba hasta San José para compartir con su esposa e hijos. Lo hacía en tren o en bus. Desde lejos, siempre tuvo, junto con doña Alba, el control del crecimiento y formación de sus hijos a quienes vio convertirse en profesionales.


El 15 de junio de 1969, fue nombrado como juez tercero civil de San José y casi dos años después, el 1o de mayo de 1971 se le eligió como juez y presidente del tribunal superior civil. También se desempeñó como juez tercero civil.


Casi 10 años después, el 16 de mayo de 1979, con 51 años de edad, don Alfredo empezó la culminación de su carrera judicial cuando fue nombrado Magistrado de la Sala II Civil. En ese momento el presidente de ese poder de la República lo era don Fernando Coto Albán, con quien compartió por un periodo de cuatro años.


La tarea para llegar a ocupar ese puesto no fue fácil. Sin embargo, encontró el respaldo de un diputado que en aquel entonces tenía fama de ser de los más estudiosos y comprometidos. Se trató de Rodolfo Cerdas Cruz, quien le brindó todo su apoyo y fue así como logró el nombramiento.


En 1983, don Fernando Coto se jubiló y fue sustituido por Ulises Odio Santos, quien fue el primer magistrado de origen puntarenense, y por lo tanto, el primer ciudadano de esa provincia en ser presidente de ese alto tribunal de la República.


Las circunstancias permitieron que don Alfredo también compartiera con don Miguel Blanco Quirós, otro puntarenense magistrado y segundo presidente de la Corte Suprema de Justicia con ese origen.


Ambos coincidieron por un corto periodo en la Sala Segunda de Casación. Don Alfredo se jubiló el 16 de diciembre de 1986 a sus 58 años y don Miguel lo hizo en 1990. Don Alfredo fue sustituido por José Luis Arce Soto.


Un dato interesante es que don Alfredo compartió con el segundo y hasta el momento último ciudadano de origen chino designado como magistrado. Se trató de Eduardo Ching Murillo, quien fue elegido el 21 de febrero de 1985 y se jubiló en diciembre de 1988 y, casualidades de la vida, fue sustituido por el actual presidente de la Corte, Orlando Aguirre Gómez, el tercer puntarenense en ejercer la presidencia de la Corte.


Don Eduardo murió en octubre de 1992. Durante el tiempo que se desempeñó como magistrado, la labor de don Alfredo fue reconocida por su trato amable por todos quienes buscaron su ayuda, siempre caracterizada por el respeto y apego a las leyes y la justicia.


Un gran Juez Civil


Don Orlando Aguirre, actual presidente de la Corte Suprema de Justicia tuvo una muy buena amistad con don Alfredo, la que inició cuando fue juez en Puntarenas.

El presidente de la Corte Suprema de Justicia, don Orlando Aguirre consideró a su amigo, don Alfredo Cob, como un gran juez.
El presidente de la Corte Suprema de Justicia, don Orlando Aguirre consideró a su amigo, don Alfredo Cob, como un gran juez.

Se conocieron, a principios de los años 60 cuando don Alfredo, como juez, hacía giras a los pueblos de la costa, para realizar inspecciones oculares y otra serie de diligencias judiciales y pasaba por la alcaldía de ese lugar.


Don Orlando no trabajaba en la alcaldía, lo hacía en el correo de Jicaral. Las oficinas estaban muy cercanas. Precisamente por esa razón, don Orlando recordó que le solicitó al secretario de la alcaldía que le permitiera escribir a máquina, lo que efectivamente ocurrió. Esta primera básica experiencia le dio acceso para ver los expedientes y fue ahí precisamente donde conoció a don Alfredo.


A raíz de ese conocimiento y por recomendación del mismo secretario, don Alfredo lo nombró como conserje del juzgado Civil de Puntarenas.


“Yo trabajé con don Alfredo como conserje del juzgado, no obstante, siempre recibí un trato muy muy especial de él porque me dijo: Orlando, lo voy a nombrar conserje, pero estoy pidiendo un escritorio y una máquina de escribir para que usted nos ayude”, recordó el hoy magistrado presidente.


Agregó que “sí, me desempeñaba como conserje: limpiaba y barría, pero también después hacía las tareas como ir al correo y luego me sentaba en el escritorio a trabajar.


Siempre tengo ese recuerdo de ese trato que me dio don Alfredo que fue muy especial; en realidad de don Alfredo siempre sentí que valoraba mucho a las personas, tenía un trato muy especial, era un hombre muy educado, muy culto y un excelente ser humano, una excelente persona”, dijo don Orlando. “Yo por supuesto que había aprendido muchísimo por mi cuenta, había estudiado y leído mucho, tenía algún bagaje, sobre todo tenía una inclinación hacia lo jurídico, hacia el derecho, así que tenía capacidad para valorar ciertas cosas.


En cierto sentido, creo que don Alfredo fue la primera persona que me sirvió de guía, mi primer maestro, pero aunque él no impartiera clases o lecciones formales, era muy importante observar y analizar la forma cómo resolvía. Yo ponía atención a las sentencias de los casos y le ayudaba interpretar y resolver cosas pues uno va siguiendo el caso y después ve las sentencias”, apuntó don Orlando.


Agregó que don Alfredo tenía una forma de redactar muy elaborada; las redacciones de sus sentencias eran muy cortas, simplemente planteaba las posiciones y daba su solución en forma escueta, sin esas citas rebuscadas de autores o de jurisprudencias que tal vez tenía alguna relación con el caso, pero que no es exactamente igual; ahí usted no encontraba nada de eso, razón por la que digo que era una redacción muy elaborada donde no faltaban palabras y tampoco sobraban, muy directa.


“Las sentencias eran cortas no eran esas sentencias de 20 páginas, sino que eran sentencias bastante elaboradas. Con el correr del tiempo pude ir conociendo juristas nacionales y me dio la impresión, siempre, que era como un estilo semejante al de don Ulises Odio Santos que eran sentencias muy concretas donde no se encuentra nada que no sea necesario decirlo, y eso a mí me marcó mucho”, dijo don Orlando.


Don Alfredo fue, aparte de ser la persona que me dio la oportunidad de ingresar aquí (Poder Judicial) fue mi primer maestro y puedo decirlo con toda propiedad que fue un gran juez civil”.


Don Orlando atesora un libro que fue propiedad de don Alfredo. Se trata del tratado de las obligaciones y el tratado de los contratos de Alberto Brenes Córdoba. Es un clásico.


Don Alfredo le había regalado ese libro al suegro de don Orlando, don Juan Bautista Quirós quien también trabajó en los tribunales de Puntarenas. Ambos tenían una muy buena relación pues eran oriundos de Miramar.


“Minucioso lector, don Alfredo conforme iba leyendo ese libro, de otros tratadistas que trataban el mismo tema y de esa manera, en cierto momento al leer el punto e ir a buscar directamente el número de otros clásicos que trataban el mismo tema”.


Recuerda con Orlando que su suegro llevó a empastar el libro y el empastador, tal vez un poco curioso, como que estaba un poquito desordenado, le salían algunas orillas, le pasó la guillotina y se llevó gran parte de lo escrito por don Alfredo.


La firma de don Alfredo.
La firma de don Alfredo.

El libro está firmado por don Alfredo, quien, según recuerda don Orlando era zurdo. La firma, comentó el magistrado presidente, dice mucho de la personalidad. Él firmaba con su nombre, tenía alguna inclinación con algún estilo.


Su firma, que siempre lo hizo con pluma fuente, refleja que era una persona sencilla, sin rebuscamientos, limpia en su pensamiento y todo eso se reflejaba en el producto de su intelecto que eran las sentencias muy simples, que no tenían nada rebuscado.

Al momento de su jubilación la Corte Suprema de Justiciale entregó el “Pergamino de Merito y Reconocimiento” por los eficientes y dilatados servicios que prestó al Poder Judicial.
Al momento de su jubilación la Corte Suprema de Justiciale entregó el “Pergamino de Merito y Reconocimiento” por los eficientes y dilatados servicios que prestó al Poder Judicial.

Fue un hombre que nunca tuvo cuestionamiento alguno por sus fallos, los que siempre trataba y estudiaba para que fueran lo más justas, apegadas a derecho, nunca se salió de lo que le correspondía, siempre tratando de hacer justicia pronta y cumplida porque decía él que era lo más importante, más en la materia que a él le tocaba atender.


“Me contaba casos que le tocó decidir en Puntarenas sobre situaciones familiares que son los que más congoja le daban porque tal vez tenía que resolver el destino de un menor de edad”, contó su sobrina Lilliana.


Durante su carrera como magistrado, don Alfredo compartió con jueces ilustres como Fernando Coto Albán, Ulises Odio Santos, Antonio Arroyo Alfaro, Edgar Cervantes Villalta y en la Sala Segunda, con abogados insignes como Juan Jacobo Luis, Miguel Blanco Quirós, Miguel Àngel Sotela Quijano, Eduardo Ching Murillo, Álvaro Carvajal, Lizano, Germán Fernández Herrera.


Músico, deportista y viajero


Los Cob se caracterizan por tener buen oído y ser buenos intérpretes y en eso, don Alfredo no se quedó atrás. Le encantaban los tangos pero igual, cualquier género musical.


Cuando la familia se reunía, todos cantaban lindísimo, incluso, uno de los sobrinos, Pablo, que en sus tiempos de estudiante integró la “estudiantina” de la Universidad de Costa Rica, era parte de aquellas reuniones que a todos entusiasmaban.

En uno de sus viajes a China visitó a Fon Fei, la hermana que no conocía, la tercera de izquierda a derecha. Don Alfredo es el quinto.
En uno de sus viajes a China visitó a Fon Fei, la hermana que no conocía, la tercera de izquierda a derecha. Don Alfredo es el quinto.
Don Alfredo hizo un viaje a China en compañía de su hermana Lili y de don José María Chan.
Don Alfredo hizo un viaje a China en compañía de su hermana Lili y de don José María Chan.

Don Alfredo también le gustaba el futbol; quienes lo conocieran, recuerdan que era un buen “mejenguero” y además, era admirador del equipo Boca Juniors de Argentina; tanto que en uno de sus tantos viajes, al llegar a Buenos Aires dijo que se iba a “La Bombonera” y pudo observar un entrenamiento del llamado equipo Xeneize. Un dato interesante de la vida de don Alfredo es que le gustó el boxeo. Su sobrina, Lilliana, expresó que su personalidad no le empataba con su gusto por ese deporte. Él, sin embargo, le decía que ese deporte tiene su técnica, especialmente en lo que tiene que ver con la defensa personal. Si peleaba, lo hacía solo si esas peleas eran regladas.


Jubilado


La música, la guitarra, el tango fueron pasiones en la vida de don Alfredo.
La música, la guitarra, el tango fueron pasiones en la vida de don Alfredo.

Su vida de jubilado la vivió intensamente. Viajó por el mundo con un afán de conocer otras culturas. Visitó a sus hijos que vivían en Ecuador y Paraguay, Estados Unidos, Rusia y otras naciones. Fue seis veces a China donde tuvo la oportunidad de visitar Cantón, la tierra de sus ancestros donde visitó a la hermana que no conocía. Estuvo en otras naciones asiáticas como India y tuvo la oportunidad de visitar Israel donde acrecentó sus creencias religiosas cristianas.


Pero además, esta parte de su vida la aprovechó para profundizar sus lazos familiares. Sus hijos, sus hermanos, sus sobrinos vivieron con intensidad esta relación y los viajes que se hacían a Miramar eran parte de ese disfrute, según recordó su sobrino, Pablo.


Con cierta constancia, viajaba a la tierra que lo vio nacer en compañía de sus hermanos Rafael y Jorge y su sobrino Pablo. A lo largo del camino cantaban, especialmente tango, pero también conversaban sobre asuntos importantes del país. Don Alfredo era un conversador nato y gustaba de contar historias, especialmente de uno de sus personajes favoritos: el tres veces presidente de la República, Ricardo Jiménez Oreamuno, quien además, presidió la Corte Suprema de Justicia y la Asamblea Legislativa.

Pablo, sobrino de don Alfredo comentó que pasó momentos muy lindos al lado de su tío.
Pablo, sobrino de don Alfredo comentó que pasó momentos muy lindos al lado de su tío.

Y cuando llegaban a Miramar seguían departiendo con música y conversaciones. La casa que don Alfredo construyó en la propiedad de la familia en las inmediaciones de la iglesia de esa localidad, servía de punto de reunión e incluso de fiestas de cumpleaños de los miembros de la familia, entre ellos los hermanosdedonAlfredoqueseguíanvivos: Guillermo, Rafael, Mary, Álvaro y Nena.


Esta residencia hoy es propiedad de su sobrino, Pablo quien desempeñó importantes cargos públicos como el de presidente ejecutivo del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) y gerente de la Compañía Nacional de Fuerza y Luz.


Inexorable, el paso de los años comenzó a pasar facturas hasta que el 9 de octubre del 2013 falleció en su casa de habitación en San Francisco de Dos Ríos, San José por causas naturales.


Su funeral fue una muestra de lo mucho que se le apreciaba en diversos sectores de la sociedad costarricense, pero en especial por parte de su familia.


Su hijo Enrique Arturo pronunció un discurso conmovedor, recordando que, cuando tenía 13 años falleció su padre biológico y que le solicitó a Dios que se lo devolviera. En ese momento dijo: sí, me devolvió a mi papá, papá Alfredo como un padre amoroso y también nos devolvió a una familia como la Cob que los acogió.


Don Alfredo descansa en el camposanto Montesacro, en Curridabat. Murió hace más de 12 años; sin embargo, el inmenso amor que derrochó por su familia, por sus amistades y por el trabajo que desempeñó mantiene inalterable su recuerdo entre todos los que lo conocieron.


Don Alfredo con su familia



Don Alfredo en su vida diaria



Atención:

Si usted quiere ver y escuchar las entrevistas que sobre don Alfredo Cob Jiménez se realizaron al presidente de la Corte Suprema de Justicia, Orlando Aguirre Gómez y a don Alejandro Cob Sánchez, puede ingresar a los siguientes links:







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