Escrito por Danilo Chong Kan Chan D
Cuando usted oye el nombre de Manuel Ching, quizás no le sea muy conocido, la cosa cambia cuando le dicen Kin Sok. Llegó a Nicoya a principios de la década de los sesenta. Era sobrino de doña Rosita, la esposa de don Rafael Ching Lam, dueños del almacén La Revancha, en el centro de Nicoya. Fue presentado a todos los paisanos y venía a ayudar a los tíos. Le recuerdo, de estatura mediana, complexión atlética, sonrisa fácil y muy sociable. Le gustaba vestir con camisetas de algodón blanco, eran notorios sus pectorales y bíceps bien definidos. Se sentía cómodo con los niños chinos, hijos de los paisanos del centro de Nicoya. Nos enseñaba juegos nuevos y desconocidos para nosotros. Atleta natural, le encantaba hacer ejercicios de fuerza. Los niños le imitábamos con las lagartijas y planchas. Nos enseñó el golpe de un solo dedo; con su dedo índice nos golpeaba en el brazo y era como recibir un impacto de un Ke mow saw, un plumero chino hecho de bambú. Éramos medio incrédulos -o masoquistas- y, ¡hasta hacíamos fila para recibir el golpe! Soñábamos con ser tan fuertes como él... Recuerdo cuando se compró un auto deportivo descapotable biplaza de tipo inglés, parecía antiguo, una belleza. Varias veces nos subió para dar vueltas en la ciudad. Trabajó con sus tíos por más de diez años. Quería su propio negocio, se fue a San José, aprendió a cocinar como ayudante en un restaurante chino. De regreso a Nicoya, abrió su restaurante en el costado oeste del parque de Nicoya, el famoso Cam Mun, éxito inmediato. El restaurante era un referente en la ciudad, personajes como don Beto Flores, Mario Arredondo, Mario Caravaca, Eladio Jiménez, Eithel Cubillo, José Luis Jiménez Alcalá, Virgilio Ángulo, Ciro Montero y muchos más, llegaban a bien comer, tomar y hablar de la ADG. Los temas más importantes del diario vivir de la ciudad se tocaban ahí. Con la abundancia de trabajo, llegó a la conclusión de que necesitaba casarse. Siempre fue un hombre de objetivos claros. Hizo un intento de casarse con la hija de un paisano de Puntarenas, don Asan Chan Lam. La muchacha se hospedaba en mi casa, pues su padre era muy amigo de los míos. La intención no funcionó. Decidió irse a China a buscar esposa, y no contaba con mucho tiempo para eso. En Hong Kong, conoció a Lisa; muchacha bonita, inteligente y sana. Hicieron química y le propuso matrimonio en solo 15 días, Kin Sok no tenía dudas de lo que quería desde siempre... Y se casaron, ella de 23 años y él de 38 años. Gran sorpresa se llevó Lisa cuando llegó a Nicoya, jamás se imaginó cómo sería la ciudad. Pasó llorando semanas... Aceptada la nueva situación, se esforzaron mucho en el proyecto de la futura familia. Trabajo duro y tenaz. Pasado el tiempo, llegaron las hijas: Sonia y Carolina. Bonitas y vivarachas, consentidas por los amigos y vecinos de la calle. Era habitual ver a Kin Sok jugando y paseando de la mano con su hijas en el cercano parque, orgulloso de su mayor tesoro y siempre hablándoles en chino...
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