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Simeón Achio Fernández heredó de su padre el amor por la fotografía, la enseñanza y ayudar a otros

La familia es su principal tesoro y por eso disfruta pasar tiempo con sus nietos. Su papá Pedro Sánchez fue muy querido en Cañas


Nota redactada por Tatiana Gutiérrez Wa-chong



Conocer las anécdotas y un poco más de la vida de Simeón Achio Fernández era el objetivo de esta entrevista que a continuación les presentaremos.


Nos recibió en su casa un poco tarde un miércoles de ceniza y como buen católico no quiso perderse la misa.


Con una sonrisa alegre, pero un poco nervioso al no saber qué le preguntaríamos comenzó la entrevista que dejó ese matiz a los pocos minutos para convertirse en una conversación muy amena.


Sus recuerdos de la infancia salieron a flor de piel. Recordó aquel pueblo de Cañas, Guanacaste, la gente amable y sencilla que admiraba a su padre: Pedro Sánchez, farmacéutico, pintor y fotógrafo chino, aquel médico empírico que llegó a Costa Rica con apenas 15 años y nunca más quiso volver a China.


Heredó de su padre el amor por la fotografía, la educación como pilar para ayudar a los demás y también, el cariño por su familia.


Su padre le enseño a él y a sus hermanos la caligrafía china y recuerda con cariño que tenía una letra muy bonita.




¿Cómo fue la llegada de su familia a Costa Rica?


Pedro Sánchez vino a los 15 años al país, lo trajo su tío Andrés SanChúm, era originario de la isla llamada Chon Chow, un pueblo donde todos eran parientes entre sí y tenían que buscar a sus esposas en otros lugares distantes y cercanos para no cazarse sólo entre primos.


Se hizo ciudadano costarricense al casarse con una tica y se fue a vivir a Cañas y con el paso del tiempo llegó a tener 10 hijos y cuarenta nietos.


Su primer destino fue Puntarenas, trabajó en un almacén de un paisano y contaba que tenía que levantarse a las 4:00 a.m. para irle a darle de comer a los chanchos y cuando se dormía lo despertaban porque la cama era de tabla y entonces le meneaba la tabla para que se despertara.


Entonces él se puso a pensar que eso no era él y así se fue para Abangares, ahí encontró un profesor de español y él le enseñó el idioma y también algo de contabilidad.


Decía que a los chinos les costaba pronunciar la “r” entonces todas las noches pasaba practicando la “r” hasta que hablo correctamente.


Después por medio de un libro de Armando Céspedes aprendió la fotografía y en la noche con una lámpara se ponía a hacer fotos en el corredor.


Hace un tiempo todavía un compañero mío me enseñó una foto que se la había hecho mi tata allá en Colorado. Después se puso un negocio de sal y una vez, que ese producto se puso muy barato prefirió echarla al mar.


Con las ganancias que fue dejando el negocio compró 100 casas, en ese entonces eran baratas y ahí fue cuando conoció a mi mamá, cuando se juntaron se fueron para Cañas.


Allá trabajaron en un negocio y después fue creciendo tanto que cuando se dio cuenta tenía una cantina, una pulpería y una tienda y algo de medicinas.


Fue en 1919 cuando alguien le dijo que ese negocio no le iba a durar y que él no iba a vivir de eso y ahí lo tenemos todavía.


Y ¿por qué usted considera que es un líder comunal?


Tengo una anécdota interesante de eso. Todos los paisanos, bueno casi todo el comercio en Cañas estaba dominado por chinos, entonces decían, cuando iban hacer una recolecta, ¿cuánto dio Pedro Sánchez? y apuntaban, eso servía de referencia para ver cuánto aportaban todos los demás.


Ese dinero lo recolectaban los habitantes de Cañas para mandarlo para China, cuando se dio la invasión de Japón y lo llevaban para las aldeas y para las personas más necesitadas y así pasaron los años y tenían un Club Chino o algo así que era donde ellos se reunían y tomaban acuerdos en beneficio de la comunidad china.




¿Cuál cree usted que es el principal legado que le dejó su papá?


Sin duda alguna, la educación. Él me mando a San José, se encontró con el papá de Hilda Chen Apuy, entonces le dijo: “a los hijos hay que ponerlos a estudiar para que se levante la colonia China”. Así fue como me hice maestro.


Y así fue como aprendí de fotografía, en el tiempo de vacaciones, papá me decía: “vaya gánese un camarón” y una vez para una Semana Santa retraté una muchacha que salió de María Magdalena o Verónica, no recuerdo y así me gané mi primer suelto.


Aprendí a revelar rollos y hacía fotos y las mandaba para Cañas y con eso sacábamos plata que nos servía para mantenernos aquí en San José.


Mi padre era también pintor y todavía aquí en la casa de Magda, mi hija hay algunos cuadros por ahí.


Conservaba ese estilo típico de la pintura china que tiene milenios y que hemos admirado en reproducciones de pintores famosos.


Un trazo firme y delicado a la vez, minuciosidad en el detalle, gracia y fantasía.


Pintó lugares de China, los jardines, los lagos quietos, las nubes como copos, las ramas florecidas.


Y cómo maestro, ¿cuál fue su principal experiencia?


Bueno, yo primero fui maestro de primaria. Después me pusieron como director de una escuela allá en barrio San Martín y ahí estuve como 12 años. En ese tiempo, nos pensionábamos a las 25 años de ejercer y salí de ahí ya jubilado y orgulloso porque se pudo hacer la escuela más grande y comprar lotes aledaños.


¿Se siente muy orgulloso de que la gente recuerde a Pedro Sánchez con mucho cariño?


Sí claro, todavía la gente lo recuerda como un hombre muy inteligente y que sabía de medicina y él curaba a los “viejillos”.


Llevaba medicina, pero él decía que para que les sirviera tenía que ser regalada.


Una señora del pueblo de Higuerón le encargó a un muchacho que fuera donde don Pedro a traerle una medicina que tenía un fuerte dolor de cabeza, que no se le quitaba. El muchacho se vino a Cañas y se fue a una cantina y anduvo por todo lado, cuando iba de regreso se dijo a sí mismo, “hombre, carajo y ¿la medicina? Entonces agarró agua del río en un vasito que le había dado la señora. Al llegar donde la enferma le dijo: dice el chinito que se ponga esto en la frente y que se tome unas cuantas cucharadas durante todos los días y “Santo remedio” se curó a pura fe.


Después se encontró con unos Indios que llegaban a vender pejibayes a Cañas y él le pregunto que usaban ellos para curarse cuando los picaba una culebra y entonces le dieron una receta de muchas hierbas y él las preparo y las tenía ahí y un día llegó un señor con picaduras y comenzó a curarlo con eso y se sanó.



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